
¿Adónde vas Alicia? le preguntó el ángel de la guarda, en un momento de flaqueza y con cierto aire de caridad cristiana, mientras, tres obispos la observaban desde los cercanos acantilados.
A lo que Alicia contestó: esta mañana al atravesar el espejo y penetrar en este país de maravillas, pensé que me alejaba del miedo y ahora me encuentro con tres conejos de rojo púrpura, que solo me proponen acertijos deshonestos.
El ángel con cierta voz de reprimenda, la exhorta a comportarse bien ante la autoridad que observa atenta desde las alturas.
¿Por qué los niños provocamos la lascivia de este obispo de la isla? ¿Por qué controlan nuestros actos y encuentran el pecado en nuestras sonrosadas e infantiles mejillas? Pregunta Alicia sin entender exactamente el significado de sus propias palabras.

El ángel con un deje de tristeza responde: Porqué hay que estar vigilante y atento al libre albedrío, todos tienen que estar sujetos a las normas de obediencia y a la autoridad de su iglesia.
¿Y si pierdo la inocencia jamás volveré a ser feliz? Pregunta Alicia asustada, mientras un rayo lanzado desde las alturas le parte el corazón.
Alicia no tenia los tres altares de la familia cristiana; la eucaristía, la mesa y el tálamo nupcial.
Murió libre y fue directamente al país de “nuncajamás” encontró a su familia en el jardín de las flores vivientes y tomó un té en la casa de los locos, junto a los conejos y las tortugas, así olvidó seguir el camino "neocatecumenal" de una vida cristiana y fue feliz por los siglos de los siglos, amén.
Los “Kikos”, los “teocons” y los "santos varones del opus" se quedaron con un palmo de narices.
Werther